Paraísos ensangrentados.

En marzo de 1998, ocho fotógrafos de diversas nacionalidades murieron a machetazos por rebeldes Interahamwe, “los que matan juntos”

Tierras fértiles. Riquezas naturales, biodiversidad en su máximo esplendor. Un escenario único donde vida y muerte juegan a diario su partida más cruel. Guerras, limpiezas étnicas, desigualdades, derechos humanos vulnerados, muerte, destrucción…

Escenario poco propicio para priorizar conservación de la naturaleza cuando se carece de lo básico para sobrevivir. En estas latitudes todavía resisten las joyas zoológicas con mayor similitud genética al humano, el gorila de montaña.

Probablemente, muchos conflictos acaecidos en esta parte del mundo fueran los responsables del descenso de población de gorila de montaña por causas de mortalidad directa relacionadas por la injerencia del hombre, antes de que la conocida primatóloga Dian Fossey canjeara su vida en una lucha sin cuartel declarada a mafias y furtivos por aislar y preservar estos animales.

Mas tarde, en los 90, las gentes huían del horror al interior de las majestuosas selvas africanas, intactas, impenetrables, salvajes, delicadas, en los encarnizados enfrentamientos entre Hutus y Tutsis, donde muchos gorilas perecieron para dar sustento a las familias que intentaban salvar la vida en un exterminio en toda regla.


Una hembra cuida de su pequeño en lo profundo del sotobosque. Bwindi, Uganda.

Cazados, masacrados, hostigados y vendidos como tesoros en los mercados negros, sirvieron de ingresos para financiar incluso a facciones exaltadas y guerrillas especialistas en cercenar vidas. Quizá ese lapso de tiempo fuera el mas delicado para la supervivencia de la especie cuando apenas quedaban 300 gorilas de montaña.

El escaso valor de la vida

En este vórtice sagrado reencarnado en paraíso terrenal, comprendido entre Uganda, Ruanda y Congo corrieron ríos de sangre desmembrando el futuro de generaciones. La vida no costaba un real. La gente moría por doquier y ello no le era ajeno a los que indefensos vivían en estos bosques de belleza desbordante. Muchos enviados especiales escudriñaron regiones olvidadas informando al mundo el grave conflicto que se vivía en el momento.

Noticias que cambiarían sus vidas por la extrema crueldad y los métodos empleados de exterminio humano en un odio endémico protagonizado por ambos lados. Escenarios de actualidad demasiado fuertes para digerir. Armados hasta los dientes, tropas de rebeldes fueron proveyéndoles de efectivos dando forma a niños soldado y modelando sus conciencias en la más diabólica representación de los humanos.


Las fuerzas rebeldes se hallan dispersas por las fronteras de Uganda, Rwanda y Congo.

En el transcurso de este episodio negro de la historia de la humanidad, con revueltas, grupos dispersos de la guerra civil y gobiernos corruptos con tropas expertas en dar muerte a todo lo que se movía, tan solo quedaban en la región unos 200 gorilas. La limpieza étnica provocó la masacre no sólo de personas sino de animales escasamente perseguidos en el tráfico ilegal. La cabeza del gorila de montaña fue servida en bandeja a milicia, furtivos y población para su comercio.

Pensando en su desaparición debido a la inestabilidad en la zona, pequeños grupos de científicos y periodistas ingresaron en áreas remotas con el fin de estudiar algunas familias de gorila de montaña y establecer censos fiables en medio de un fuego cruzado. En marzo de 1998, ocho fotógrafos de diversas nacionalidades murieron a machetazos por rebeldes Interahamwe, “los que matan juntos”, en otro de los muchos intentos por desestabilizar y propagar el horror a aquel que pensara visitar estos territorios.


Colegiales en una carretera de Rwanda en 1998.

Muy frágil

En la actualidad unos 700 ejemplares resisten el empuje de países con problemas políticos e inmersos en una regeneración lenta con hondas raíces de enfrentamientos y corruptelas. La pérdida por la fragmentación de su hábitat y el contagio de enfermedades de origen humano son las amenazas mas acuciantes para su estado de conservación claramente en peligro de extinción.

Impulsar protocolos de conservación de forma activa como las patrullas que día y noche recorren pasos fronterizos y extensas fajas de terreno donde requisar armas, se compatibilizan, con los esfuerzos en dotar a poblaciones locales tareas de concienciación y conocimiento que hagan sentir orgullosos a los habitantes de estas regiones en poseer un animal emblemático.

Exportar al mundo la experiencia a través de un ecoturismo seguro y responsable parece uno de los pilares de salvación sobre el que pivotan políticas destinadas a la conservación del gorila de montaña. En la ardua tarea de seguir educando y sensibilizando desde los más pequeños hasta los gobiernos, en una etapa decisiva para salvaguardar su vida y permanecer finalmente a salvo.

Texto y fotos Juanma Tobaruela